Comenzamos esta ruta romántica con una visita a Veules-les-Roses, uno de los pueblos más hermosos de Francia. Paseamos pos sus calles y las orillas de su río. ¡Es como si estuviéramos en un decorado de película! «¡No me extrañaría ver aparecer a unos elfos o unos hobbits por aquí!», se reía Carmen. Es increíble, ¡qué tranquilidad y cuánta belleza!
Bordeando la costa de Albâtre, nos paramos en Fécamp. En este pueblo costero lleno de encanto y autenticidad, pudimos disfrutar de un agradable paseo junto al mar. Aprovechamos para visitar el Palacio Benedictino, un maravilloso edificio del siglo XIX en el que pudimos probar una de las especialidades normandas, el delicioso licor Bénédictine. ¡Qué descubrimiento! Un licor de hierbas que inventaron los benedictinos a principios del siglo XVI.
A pocos kilómetros de Fécamp, quedamos fascinados con el pequeño pueblo de Les Petites-Dalles y sus hermosas casas de principios del siglo XX. «¡Se tenía que vivir bien en la Belle Époque!», comentó Carmen.
Por la tarde llegamos a Étretat, ¡una de nuestras paradas favoritas! Este lugar cautiva por su gran belleza. Nos encantó la suave playa de guijarros dominada por los altos acantilados blancos. ¡Un auténtico paraíso natural!
Nos alojamos en Étretat.