Le Nez de Jobourg es, después del Monte Saint-Michel, el lugar más visitado de la provincia de la Manche. Sus acantilados se encuentran entre los más altos de Europa continental.

Un decorado impresionante

Nez-de-Jobourg bord de mer

Rodeado del fantástico decorado del cabo de la Hague, a 128 metros sobre el nivel del mar, se extiende Le Nez de Jobourg. Las vistas se prolongan hasta el cabo de Flamanville y a lo lejos, en el horizonte, destaca la isla de Aurigny. Tanto si brilla el sol como si llueve o sopla en viento, el espectáculo siempre será un encuentro puro y sencillo con la fuerza de los elementos y la belleza de la naturaleza. Recorriendo el sendero de los aduaneros, el paseante ve la naturaleza desplegarse bajo todas sus formas. Los paisajes dibujados por el viento y las olas van desde dunas hasta acantilados y desde landas hasta playas de guijarros. Así se expresa el fin del mundo. Este marco vertiginoso esconde las grutas de Le Lion, desde la pequeña iglesia hasta la gran iglesia a los pies de la cual numerosos barcos han encallado a lo largo de los siglos. Según algunas leyendas locales, habrían servido de refugio a contrabandistas de tabaco. Más allá, el pueblecito de Jobourg se vislumbra en el fondo de los valles. Las aldeas, los antiguos establos, el horno de pan, las fuentes o las viejas casas y sus tejados de pizarra azul parecen haberse detenido en el tiempo. Camaleón de las estaciones, Le Nez de Jobourg se viste del amarillo de las aliagas durante la primavera, del violeta de los brezos durante el verano y con tonos rojizos de los helechos en otoño.

Le Nez de Jobourg © Francis Cormon

Qué ver

Iglesia de Jobourg: Bien instalada, imponente, en el corazón del recinto parroquial, la iglesia Notre-Dame parece no temer las tempestades y el paso de los años.

Les Brequets: Este topónimo heredado de los Vikingos significa largos arrecifes. Se trata de grandes rocas que sobresalen del agua cerca de la costa.

 Las cabras: No te quedes sorprendido si, durante tu paseo, te cruzas con una cabra de Jobourg. No vayas a pensar que su dueño cerró mal su corral. Se trata de cabras salvajes cuyo papel es vital para la flora de los acantilados. Forman parte de una eslabón imprescindible del ecosistema de Jobourg.