(XVII-XVIII)
A la familia Le Révérend, nobleza protestante, se debe la elevación del antiguo señorío de Bougy a marquesado en el siglo XVII, a principios del reinado de Luis XIV. La historia de la construcción del castillo de Bougy es demasiado silenciosa. Si algunas de las dependencias, por su estilo, podrían remontarse a la época de la familia Le Révérend, el castillo fue reconstruido en el siglo siguiente por la familia Hue de Carpiquet (escudos en el frontón del alzado principal del castillo) sobre la base del castillo del siglo XVII, conservando la disposición original con el foso y el patio principal. Durante el siglo siguiente se hicieron varias adiciones al edificio, como el pabellón cuadrado del noreste y el pabellón estrecho del suroeste. El parque del castillo data del siglo XVIII y está dividido en varias partes, cada una con su propio carácter. Un gran camino central está precedido por una avenida que originalmente tenía 2 km de longitud y que ahora se reduce a 700 m. A cada lado del camino de acceso se encuentran los distintos edificios necesarios para el funcionamiento de la finca
El recinto de recreo incluye un parterre central, antiguamente dividido por un camino central. Se han construido muros de contención en los extremos norte y sur del parque debido a la inclinación del terreno. Una avenida en voladizo reina al norte y abre interesantes perspectivas. El parterre termina con una pila rectangular de mampostería desde la que se ve la silueta del castillo. Siguiendo el estanque, se encuentra una laguna, desplazada hacia el norte. Un pequeño canal asegura el flujo hidráulico hacia el Odón, pasando por un receptáculo octogonal. Esta última parte del parque es la más romántica y ofrece un contraste con las alineaciones más clásicas del parterre de acceso y el jardín de recreo. El parque, en su parte occidental, está rodeado a ambos lados por árboles forestales que forman un entorno paisajístico. La finca de Bougy está fuertemente marcada por su parque. De hecho, es el principal interés, un ejemplo vivo de la capacidad de los arquitectos paisajistas del siglo XVIII para adaptarse a un terreno en el que la presencia del agua permitía desarrollos dignos de los de Canon.
